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jueves, 12 de septiembre de 2013

¿Cómo debo de buscar Información? | DHTIC

La búsqueda de la información es algo que un estudiante suele hacer durante todo el tiempo que se la pase en la escuela, e incluso, cuando no. Hay veces en las que nos piden que busquemos cosas para la tarea, pero otras veces lo hacemos por simple curiosidad.

Pero, ¿qué métodos podemos ocupar para investigar y descubrir nuevas cosas? Bueno, principalmente se debe de saber que no sólo el Internet es una fuente de conocimiento, también existen:


  • Los libros
  • Las enciclopedias
  • Las monografías
  • ¡Incluso tus padres o abuelos!
Como estudiantes, se nos hace fácil consultar en Google los temas de interés, y aunque el internet es una herramienta muy buena, no debemos de dejar de lado a los libros de texto y otros. Tampoco debemos de olvidar a los padres o abuelos que puedan saber sobre el tema que vamos a buscar, ¡recuerda que toda fuente de información es importante!

Cuando investigas, puedes seguir estos consejos:


  1. Busca un lugar tranquilo: A veces, cuando quieres leer no puedes concentrarte debido a la gente que hay a tu alrededor, la cual seguramente ha de hacer ruido. Busca un lugar dónde puedas estar cómodo y leer a gusto.
  2. Música: Usualmente, la música tranquila ayuda a que uno se pueda concentrar mejor.
  3. Libreta de notas: Es bueno tener una libreta u hoja a la mano en caso de que llegues a toparte con datos curiosos mientras que investigas algo.
¡Recuerda que es importante tomar notas! Además, no te fíes de todas las fuentes, tienes que ver si estas son confiables o no (exacto, ni Wikipedia se salva). Busca hasta el más mínimo detalle, y no olvides usar palabras claves durante la búsqueda, pues estas te servirán mucho.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Reflexión [DHTIC - Taller 02]

¿Cómo es que puedo encontrar información? O tal vez la pregunta más adecuada es, ¿qué hago para buscar la información? Usualmente para buscar la información que necesito debo de definir antes un tema de búsqueda (por ejemplo, el pez payaso), y de allí, ir a libros o internet y buscar con las palabras clave toda la información que me puedan proporcionar acerca del pez payaso. Es más que obvio que no siempre todas las fuentes o todos los datos obtenidos son correctos o tienen que ver con nuestro tema de estudio, por lo que es bastante importante que los revisemos de pies a cabeza.


Y claro está, no siempre hay que recurrir a fuentes conocidas (como Wikipedia), ya que estas suelen ser editadas por otros usuarios, logrando que uno dude de la veracidad de sus textos.

Weakling Hero [Cuento]

Esta historia comienza en un mundo donde la Magia y la Ciencia son enemigos.
Desde hace siglos, la Santa Iglesia ha estado en contra de las creencias científicas de la Gran Academia. Por un lado están los magos, personas capaces de romper todas las leyes de la naturaleza para hacer sus hechizos, y por otro estaban los “espers”, personas con habilidades extrasensoriales completamente basadas en las ciencias. Y pese a que durante 2000 siglos estos dos bandos estuvieron en tregua, recientemente han decidido iniciar una guerra.
“Menuda tontería” espetó mentalmente un chico, quien contemplaba el paisaje desde lo alto de una montaña. El aire frío y lleno de copos de nieve agitaba su blanco cabello y golpeaba suavemente su cuerpo, pero a él parecía no importarle. Sus ojos rojos como la sangre miraban a su alrededor, contemplando los restos del campo de batalla. Únicamente él había sobrevivido de su escuadrón, pero al menos logró derrotar a todos los magos antes de que pudiesen escapar con aquel “paquete secreto” del cual le contaron sus superiores.
A paso tranquilo comenzó a descender por la nevada montaña, queriendo llegar pronto a la enorme caja de metal que había más al frente, pasando los cuerpos de todos sus enemigos y algunos “aliados”. Por alguna extraña razón los altos cargos de la Gran Academia querían lo que fuera que hubiese allí dentro. ¿Sería algún nuevo tipo de arma contra los magos… o contra los espers? Realmente eso no le importaba mucho a Deep Blood.
El chico había nacido en la ciudad de Helium, capital del país Psique, donde residía la Gran Academia. Desde niño presentó un gran poder entre los demás espers, teniendo la capacidad de controlar la sangre de sus enemigos. Fue por ello que a partir delos ocho años de edad sus profesores decidieron enlistarlo en la milicia de Helium.
Ahora tenía 18 años, y Deep Blood nunca había sabido lo que era ser querido. Toda su vida se la pasó luchando y viendo morir a sus camaradas, justo como en esos momentos. Muchos lo apodaban “el Rey del Hielo”, no sólo por su apariencia albina, sino también porque nunca demostraba tener sentimiento alguno.
Con un suspiro se acomodó mejor la bufanda gris sobre el cuello, queriendo evitar que los labios se le resecaran. Era bastante molesto tener que lidiar con el ardor cuando estos se cuarteaban. Tras caminar un par de metros, detuvo su andar frente a la enorme caja metálica, la cual tenía extraños diseños de cruces y otros elementos que el chico rápidamente pudo identificar como símbolos mágicos.
—Entonces se ha de tratar de un arma mágica — susurró para sí mismo, mientras que acariciaba la tapa del objeto con sus manos enguantadas. Sin pensárselo dos veces, usó la pistola que llevaba consigo para poder destruir el seguro de la caja, y así poder abrirla.
Cuál fue su sorpresa al ver que lo que había dentro no era alguna pistola o libro de magia, como inicialmente pensó. Dentro sólo estaba una muchacha bastante menudita, y que al parecer no pasaba de los 15 años. Estaba acostada sobre unas almohadillas forradas de satín rojo, y vestía un hábito blanco con decoraciones doradas y el estampado de una cruz sobre el pecho. Su piel era completamente pálida, y sus mejillas se encontraban igual de rojas que unos melocotones a causa de la reciente exposición al clima helado de la montaña. Pero lo que más llamó la atención del albino fue el hecho de que ella también tenía un cabello blanco como el suyo, y extremadamente largo.
— ¿Qué es esto? — atinó a preguntarse, sorprendido. ¿Cómo es que los magos planeaban usar a esta muchacha para derrotar a la Gran Academia? Era prácticamente una niña, no le podría ni hacer frente a todo el ejército de espers con el que contaba su país.
Los parpados de la chica comenzaron a temblar, y su respiración se volvió algo agitada. De un momento a otro abrió los ojos, despertando al fin y alertando un poco al muchacho, quien rápidamente se preparó para eliminarla en caso de ser necesario. Los ojos de ella eran de un intenso y brillante color azul, contrastando con el color rojo opaco de él. Era como si el fuego chocara contra el agua.
La muchacha se incorporó torpemente sobre sus codos, queriendo ver mejor al chico. Sus labios temblaron, y aunque Deep Blood pensó en un inicio que se debía al frío, pronto se dio cuenta de que ella estaba intentando decirle algo.
—Tú… — comenzó a decir, con la voz temblorosa y bajita, casi como si estuviera rezando. — Tú… me salvaste.
Deep Blood enarcó una ceja, confundido. ¿Salvarla? Él simplemente había abierto la caja para ver cuál era el arma que debía de destruir. El joven entrecerró los ojos, antes de llevar su mano al rostro de ella para sujetarla. Ahora que tenía contacto directo con su cuerpo podría matarla sin problema alguno y terminar su misión de una vez por todas.
— ¿Q-qué… haces? — susurró la chica, algo confundida ante la actitud de él.
El albino respiró profundamente, y por alguna razón trabó su mirada en la de su víctima. Aquellos ojos azules tenían un brillo de inocencia y pureza que le hizo sentirse sucio por unos instantes. ¿Realmente ella era un arma? ¿Ella sería la persona con la que la Santa Iglesia destruiría a la Gran Academia?
Y en especial… ¿por qué no quería acabar con ella? ¡Era su trabajo, para lo que vivía! ¡Había ido hasta ese lugar sólo para encargarse de ella!
—Tsk — chasqueó la lengua, molesto, mientras que soltaba el rostro de la chica y guardaba sus manos en los bolsillos de su pantalón. Apartó la mirada, tratando de poner su cabeza en orden. No entendía porque no podía matarla; era como si algo se lo impidiera.
— ¿Humm? — la chica ladeó la cabeza y sonrió un poco, ignorando el hecho de que hace unos momentos aquel chico estuvo a punto de ponerle fin a su vida. Sin pensárselo mucho, tomó una de las manos del chico para estrecharla entre las suyas. — Mi nombre es Lia — se presentó, con un tono cantarín y animado. — ¿Cuál es tu nombre?
—Deep Blood — se limitó a responder él, antes de enarcar una ceja y mirar la mano que ella sujetaba. Pese a que ella no traía ropa para enfrentarse al invierno, sus manos eran bastante cálidas, y de alguna forma, reconfortantes.
— ¿Deep Blood? — repitió Lia, ladeando un poco la cabeza. Aquel no era un nombre muy común, o que ella recordara haber escuchado con frecuencia. Sin embargo aun así se limitó a encogerse de hombros y a tratar de bajarse de la caja en la que estaba.
Una vez que sus pies se hundieron levemente sobre la suave nieve la chica pudo comprobar que el otro le sacaba una cabeza de diferencia. Era bastante alto, y pese a la chaqueta que traía encima para protegerse del frío, ella pudo notar que tenía toda la complexión de un militar. Con cierta curiosidad miró el emblema que tenía en su chaqueta: Un compás atravesando una rosa de los vientos. “¿Acaso ese no es el escudo de Helium?” se preguntó, curiosa.
El albino, por su parte, miraba con cierto aburrimiento a la otra. Se supone que su misión era eliminar a la posible arma de la Santa Iglesia, ¿no? Y él no podía cuidar de aquella chica por nada del mundo. ¿Y si simplemente la dejaba allí a su suerte? Técnicamente estaría cumpliendo con lo que le encargaron sus superiores.
No es como si fuese su estilo dejar personas indefensas abandonadas, pero esta era una guerra, y con tal de que su bando fuera el ganador debía de hacerlo.
—Tsk, vaya desperdicio de tiempo… — espetó, y tras guardas las manos en los bolsillos de su pantalón comenzó a caminar tranquilamente colina arriba, en dirección a su campamento.
Y claro está, aquello no pasó desapercibido por Lia.
— ¡E… espera! — pidió, y a paso torpe comenzó a seguir al chico. A diferencia de él, que avanzaba con total tranquilidad sobre la nieve, ella se hundía cada tanto, y en más de una ocasión estuvo a punto de tropezar. Pero pese a todo logró alcanzar al chico, y rápidamente se aferró a una de sus mangas en lo que caía de rodillas sobre la fría nieve. — Por favor… — susurró. — No me dejes sola.
Deep Blood simplemente se giró lentamente para observarla con diferencia desde arriba. ¿Cómo podía pedirle aquello al que seguramente sería su verdugo? Era como si un animal moribundo le pidiese a un buitre que lo comiera rápido y sin dolor.
—Te las puedes arreglar sin mí — fue lo único que se atrevió a decir el chico, antes de soltarse con un brusco movimiento de ella y seguir con su camino.
Una leve ventisca golpeó su cuerpo, haciendo que un escalofrío recorriera su espalda. Varios copos de nieve ya habían comenzado a caer, y seguramente se perderían entre la blancura de su cabello, el cual se agitaba gracias al viento. El albino sabía que su campamento estaba subiendo la montaña más alta, en lo más profundo de una cueva que sus Capitanes habían encontrado con tal de protegerse de los magos y de las posibles tormentas o avalanchas. Le costaría algo de trabajo llegar, pero si se apuraba podría estar cerca de la cima antes de que anocheciera y el clima se pusiera peor…
… o bueno, al menos ese era el plan.
— ¡Oye! — le llamó una voz suave y delicada, casi como un susurro. Cualquiera se habría detenido al escuchar aquel tono suplicante que había empleado la otra, pero Deep Blood era diferente. Él, por su parte, puso una mueca de hastío total. ¿Pero qué demonios pretendía esa mocosa? ¿Seguirlo a dónde fuera sin importar qué? O era ingenua o realmente tonta.
De todas formas, y sin saber bien el motivo, el chico decidió esperarla. Ella llegó corriendo a él después de unos minutos, y realmente parecía como si hubiese corrido un maratón. El aire le había falta, sus mejillas se encontraban bastante rojas y pequeñas gotas de sudor helado escurrían por sus mejillas.
—Hey, enana, ¿realmente sabes a quién estás siguiendo? — preguntó al fin él, denotando su molestia en su tono de voz.
Sin embargo la chica pareció no notar aquello, porque pronto lo miró con una enorme sonrisa entusiasta. “Realmente le hace falta un tornillo” fue lo único que atinó a pensar el albino.
—Ya te dije que mi nombre es Lia — dijo ella, sin perder su buen humor. —. Y claro que sé a quién estoy siguiendo, ¡me acabas de decir tu nombre!
—Pero el que te haya dicho mi nombre no es suficiente para que me sigas — contestó él en lo que enarcaba una ceja.
— ¿Ah no? — contestó con simpleza la chica, como si aquella fuera una noticia nueva. — El abuelo solía decirme que cuando le das tu nombre a una persona es porque confías plenamente en ella — asintió.
Deep Blood rápidamente asoció esa conducta como algo normal dentro de la gente de Solatium, la capital de la Santa Iglesia. Normalmente en Helium simplemente decían su nombre porque sí, ellos no creían en tontas supersticiones dónde el decir el nombre significaría que te robarían el alma. Era por eso que Deep Blood agradecía haber nacido en un lugar lleno de ciencia, sabiduría y conocimientos en vez de dejar todo a la suerte y una simple fe.
—En fin — el chico suspiró, cansado. — ¿Sabes por qué di contigo?
—Humm… — atinó a balbucear Lia, antes de negar con la cabeza.
—Vine aquí para matarte — clara y sencilla, así fue la respuesta del albino, quien sujetó la cabeza de la chica para hacer algo de presión. — En estos momentos podría matarte fácilmente; ¿sabes cuál es mi habilidad? Manipular la sangre que hay en un cuerpo, ya sea humano o animal. Podría hacer que tu corazón deje de bombear o incluso reventar tus arterias y así diría con orgullo que finalicé mi misión — susurró, y pese a la cara de asombro y temor que mostró la otra, él ni se inmutó. Su expresión era fría y tosca, como la nieve tras una fuerte tormenta. — Pero no tengo interés en matar a un borreguito abandonado como tú, así que toma esto como una segunda oportunidad para vivir y lárgate de aquí.
Tras soltarla, Deep Blood simplemente guardó sus manos en los bolsillos de su pantalón. ¿Por qué se había tomado la molestia de explicarle todo eso? De hecho ni siquiera tendría porque haberle perdonado la vida, sus Superiores se enfadarían con él si llegasen a enterarse que dejó con vida a la posible máquina asesina de la Santa Iglesia.
Molesto, el chico chasqueó la lengua y farfulló en voz baja. No podía creer que estuviera haciendo este tipo de cosas, ¡precisamente él, la “Arma Definitiva” de la Gran Academia! Tal vez lo mejor sería simplemente irse de allí y olvidarse por completo de la chica.
Pero entonces sintió las manos de ella aferrándose con cierta desesperación a su brazo derecho. Confundido, Deep Blood giró la cabeza para verla, y sin saber por qué su garganta se secó y sintió un extraño nudo en el estómago.
La chica miraba hacia el suelo, pero de todas formas él pudo apreciar bien su expresión. Era semejante a la de un bebé cuando estaba a punto de llorar: los ojos brillosos, las mejillas levemente infladas y chapeadas, los labios apretados en una graciosa mueca… y pese a que él esperó que ella entrara en llanto de un momento a otro, Lia no lo hizo. De hecho hasta parecía que se estaba aguantando las ganas a propósito.
—Yo no quiero regresar con ellos — susurró al fin, con un tono que sería capaz de derretir el corazón de la persona más fría, y posiblemente Deep Blood no era la excepción a eso. — Ellos me dijeron que mi sacrificio no sería en vano, pero yo… no quiero morir.
Aquello realmente no se lo había esperado. ¿Morir? ¿Sacrificio? Sabía que en una guerra cualquiera que se colocara en el campo de batalla corría el riesgo de nunca volver a ver a su patria, pero… ¿cómo es que una chica tan delicada y torpe como ella sería expuesta ante tal peligro? ¿Realmente los de la Santa Iglesia estaban bien de la cabeza?
— ¿Cómo que sacrificio? — preguntó tras no soportar aquella duda.
—Bueno… — Lia realmente no sabía cómo comenzar a contar todo lo que le había pasado, y en cierta parte sería una traición el hablar de eso con alguien del bando contrario. Pero estaría bien, ¿cierto? A fin de cuentas él la había rescatado. — En Pluvia, el pueblo de dónde vengo, está la leyenda de los Tres Ángeles que bajaron a la Tierra para proteger a la Santa Iglesia de la Gran Academia — empezó a relatar, sintiendo que esa era la mejor forma para explicar lo que le estaba ocurriendo. — Estos Ángeles eran Gabriel, Miguel y Rafael, y prometieron que en caso de que el País de Vera se encontrara nuevamente en peligro, ellos regresarían a salvarnos. Es por eso que desde que inició la guerra se han buscado “contenedores” para que estos Ángeles puedan volver a bajar y a ayudarnos…
— Y déjame adivinar — la acortó el chico, con una ceja enarcada y los brazos cruzados, — ¿tú eres una de esos “contenedores”?
La chica asintió levemente, sin mirarlo.
—Me lo dijeron cuando tenía ocho años. Mis padres murieron en la guerra, y mi abuelo ya no era capaz de cuidarme debido a la edad, así que los soldados me llevaron al convento de Solatium para instruirme y enseñarme a controlar los poderes del Ángel una vez que llegara el momento de utilizarlos — tras una leve pausa, la chica suspiró. — Me obligarán a aceptar el poder de alguno de los Ángeles para destruir por completo el régimen de Psique, pero eso también significaría dejar que mi cuerpo sucumba y desaparezca. Y yo… no quiero morir.
Deep Blood la miró fijamente por unos instantes. Era la primera vez que escuchaba una historia como esa, ¿Ángeles? ¡Sí, claro! Esas cosas no existían, eran simples inventos creados por los magos para controlar las mentes de las personas. En ese mundo sólo había vida y muerte, nada de Dioses o Ángeles. O de lo contrario…
¿Qué sentido tendría su vida?
— ¿Y acaso quieres que me compadezca de ti y te proteja? No bromees — espetó. — Si quieres mantenerte con vida en este mundo, entonces lucha por ello y no esperes a que alguien llegue a salvarte el trasero. Es la ley de la selva. O vives o mueres.
Comenzó a andar, sin esperar a que la chica decidiera seguirlo. Y de hecho no lo hizo. La menudita figura de la monja se perdió entre los copos de nieve conforme estos caían con mayor insistencia. Deep Blood nunca miró hacia atrás, aún pese al extraño vacío que se había formado en su pecho.
¿Estaría bien dejarla así, sola y desprotegida? “Por supuesto” se dijo a sí mismo. Desde un inicio pudo haberla matado, pero por alguna razón decidió dejarla con vida. Ya dependería de ella si sobrevivía o no.
Cuando él fue niño nadie estuvo allí para protegerlo. Nunca hubo una sola persona que intentara rescatarlo de esos crueles e inhumanos experimentos a los que fue sometido sólo para ver las capacidades de sus poderes. Entonces, ¿por qué debería él de proteger a esa muchacha? ¿Qué tenía ella de especial? Nada. Era su enemigo.
Pero el sólo recordar la ingenuidad y amabilidad de sus ojos hizo que se sintiera culpable por unos momentos. A diferencia de ella, él era un ser manchado por la sangre de sus víctimas. No merecía estar a su lado, y era mejor si ella nunca se involucraba con algún monstruo como él.
Pero entonces…
¿Por qué estaba caminando de regreso?
¿Cómo era posible que un monstruo como él tratara de ayudar a un ángel, su supuesto enemigo? ¡Menuda tontería! Lo mejor sería regresar a su campamento con el resto de sus compañeros. Si ella moría sería lo mejor; si ella llegaba a morir entonces su misión se habría terminado…
Detuvo su carrera al borde de la colina. Allí, al fondo, se encontraba ella. La chica parecía un cordero abandonado que estaba siendo rodeado por unos feroces lobos, quienes no eran otros más que los Magos de Solatium. Deep Blood los reconocía rápidamente por sus ropas negras y símbolos de cruces y runas mágicas por toda la tela.
—Vamos, Highfly. No es momento para estar con juegos, es indispensable que llegues pronto al territorio de Nunquam o de lo contrario no podremos vencer al ejército de Helium — dijo uno de los hombres, el cual era alto y tenía un aspecto algo tosco y robusto. Su cabello gris contrastaba con su ropa negra y su piel morena.
— ¡No quiero ir a ese lugar! — se negó Lia, quien pegaba su espalda a la pared de la colina al ver que ya no tenía otro lugar al cual poder huir — ¡No quiero morir! — suplicó.
— ¡No seas tonta! — espetó otro de los magos; este era más bajito y claramente se veía la edad en su rostro. — Naciste para esto, ¡morirás por el bien de la Nación!
Aquellas palabras enfurecieron a Deep Blood.
Una persona normal no se lanzaría a la primera sin tener algún plan. A fin de cuentas se enfrentaría a magos de posiblemente un alto nivel, y él sólo era uno. Tendría todas las de perder…
… bueno, las tendría si no se tratara de él.
Sin pensárselo dos veces, tomó impulso para lanzarse y aterrizar frente a la chica, queriendo hacer que esos hombres retrocedieran. Fue una suerte que la nieve estuviera alta en esa zona, o seguramente se habría llevado un buen golpe ante semejante caída. Una sonrisa creció en sus labios al notar que los hombres se tensaban, ¿y quién no lo haría? Era fácil reconocerlo: ropa blanca con el símbolo de Helium, cabello blanco y atado en una coleta, ojos rojos como la sangre...
Él era el mismísimo Demonio de Psique.
—Oh, ¿así que se aprovechan de una pequeña mocosa como ella? — preguntó divertido, mientras que una sonrisa torcida comenzaba a surcar su rostro. Cualquiera que lo vería pensaría que estaba loco… y técnicamente así era.
—Tú… ¡Tú no deberías de estar aquí! — chilló uno de los tantos magos, aterrados. Trató de realizar un hechizo mágico para mandar a volar al chico, pero Deep Blood fue mucho más rápido y simplemente bastó un movimiento de su mano para hacer que el pobre hombre explotara como si se tratara de un globo de agua.
La sangre manchó la blanca nieve, y una risa psicópata escapó de sus labios, antes de enfocar su mirada llena de locura en el resto de los magos.
—Vamos a jugar.

… El rojo manchaba todo a su paso, pero aun así, Lia no sentía miedo de aquella persona que estaba parada en el medio de toda esa masacre. Él la había abandonado, ¿no? Él quería que ella muriera. Pero aun así estaba allí, demostrando que en efecto, el albino había ido a rescatarla.
Lentamente se acercó a él, ignorando el paisaje y el hecho de que ellos dos eran enemigos naturales. Sus manos sujetaron las de él, ocasionando que se mancharan de rojo también, pero aun así se sentía realmente alegre de poder estar a su lado.
— ¿Por qué no te has ido corriendo? — preguntó él en voz baja, sin atreverse a mirarla.
—No pienso dejarte solo — sonrió ella, tan tranquila como siempre. — Tú no lo hiciste.
Deep Blood la miró al fin, serio. Pero de todas formas le dio un ligero apretón de manos ante sus palabras. ¿Realmente estaría bien todo eso? ¿Era la decisión correcta? ¿Traicionarlo todo para protegerla?
Una leve sonrisa surcó sus labios, confiada.
No perdería nada averiguando eso.
—Vámonos de aquí — dijo al fin, sabiendo que los magos no tardarían en ir a buscarlos, o incluso su propio equipo.

Lia asintió, y sin decir nada más se dejó guiar por él.


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&.  Este es un pequeño cuento que escribí hace un par de meses, cuando me encontraba en la preparatoria. Fue para una clase de Creación Literaria, pero como no tuve tiempo de terminarlo, tuve que improvisar un final. ¿Posiblemente lo edite? Tal vez. E incluso tal vez le haga una continuación.

Reflexión [2-09-13 | DHPC]

Hay diferentes tipos de aprendizaje, con los cuales el ser humano puede aprender a analizar textos, comprender palabras y razonar lo que ocurre a su alrededor; siendo cuatro las formas de aprendizaje que se aceptan en la actualidad (reflexivo, teórico, activo). Pero hey, que uno sea reflexivo o teórico no significa que sea mejor o peor que el otro. Cada uno aprende como puede y como se le ha enseñado. El cerebro de cada uno es único, así que no hay que obligarlo a ser como el de los demás.